Durante las vacaciones con Françoise Gilot en la Costa Azul, Picasso visitaba, a finales de julio de 1946, la alfarería Madoura de Vallauris, dirigida por Suzanne y Georges Ramié.
El 26 de julio de 1946, Jules Agard, el maestro tornero de Madoura, moldeó en el torno tres piezas de arcilla para que Picasso las modificara. Entre ellas se contaba una Cabeza de fauno [1], compuesta de una forma hueca, torneada y remodelada por el artista y montada sobre un pequeño pedestal. A finales de julio de 1947, Picasso volvió a Madoura para empezar una época muy intensa de creación cerámica con el matrimonio Ramié. (fig. 1)
En Madoura, taller fundado en 1938, se fabricaban en serie objetos de uso cotidiano –platos, jarras y diversos recipientes– a partir de formas y de técnicas provenzales tradicionales. Suzanne Ramié también reinterpretaba esos objetos centrándose en el equilibrio entre plasticidad, volumen y contorno. Siguiendo la técnica de la loza, cocían las piezas a bajas temperaturas (960-980°C) en un horno tradicional alimentado con madera de pino, que usaron hasta 1954. Hacia finales de 1947, instalaron también un pequeño horno eléctrico.[2]
Picasso tuvo sus primeras experiencias con la cerámica en su adolescencia, pero fue a partir del verano 1947 cuando emprendió, en el taller Madoura de Vallauris, una actividad muy prolífica en este campo: a finales de 1948, ya sumaba 2000 piezas únicas. (fig. 2) Continuó trabajando el barro hasta 1971, cuando cumplió 90 años, y llegó a crear más de 3000 piezas únicas.
En el trabajo de Picasso con la cerámica, la experimentación y la improvisación desempeñan un papel decisivo. En Madoura investigó todos los campos de la cerámica, tanto en el plano formal como en el técnico. Mezclando la escultura, la pintura y las técnicas de impresión, consiguió crear nuevas formas plásticas, que le interesaban desde la creación de sus esculturas polícromas cubistas y de sus ensamblajes de objetos anteriores, que tendrían una repercusión apreciable en toda su obra posterior.[3]
La acusada tendencia de Picasso de transformar objetos en representaciones figurativas lo llevó a expresarse a través de este medio, tanto a título de pintor como de escultor. La tercera dimensión de los objetos cerámicos suponía para Picasso un campo nuevo de acción artística, que le permitía darles una dimensión semántica y conceptual por su uso de la superficie y del volumen como principios fundamentales. (fig. 3)
[1] Werner Spies / Christine Piot, Picasso Sculpteur, Hatje Cantz-Verlag Ostfildern / Editions du Centre Pompidou París, 2001, (Spies) n.° 378 A.
[2] Jean Ramié, «Précis technique – Les recherches de Picasso», en el catálogo de la exposición: Picasso céramiste à Vallauris – Pièces uniques, París, Chiron 2004, p. 61-67 ; Alain Ramié, carta al autor del 25 de abril de 1997 ; Yves Peltier, «Madoura : un atelier, une communauté de travail» en el catálogo de la exposición Picasso et la céramique, Quebec, Toronto, Antibes 2004-2005, París, Hazan 2004, p. 121.
[3] Por ej.: «Les verres d’absinthe» 1914, Spies n° 36 a-f ; «La Femme au jardin» 1927, Spies 72 I.