Picasso trabajaba con objetos sin cocer, tanto modelándolos o ensamblándolos (para transformarlos en figuraciones tridimensionales) como usándolos de soportes para pintar. De este modo, utilizará todas las cerámicas disponibles en Madoura, así como sus propias creaciones esbozadas en dibujos y croquis.
Las formas estándar producidas en serie por el taller Madoura que usaba Picasso son cerámicas con volumen, cuya forma plástica generalmente se complementaba con los motivos pintados por el artista (fig. 28).
Picasso trabajaba también con cacharros de cocina como cacerolas, platos, cazos y coladores, hechos con arcilla de menor calidad, o baldosas y ladrillos[1]: todos ellos objetos que no estaban destinados a la creación artística. En ellos pintaba escenas narrativas o los transformaba en representaciones figurativas, de tal forma que dejaban de ser obras «cerámicas» para convertirse en verdaderas imágenes tridimensionales. De hecho, se trata de «objetos encontrados» que retoca, cuyos resultados se hallan a mitad de camino entre la pintura y la escultura policromada.
Una categorización de la «cerámica» de Picasso que se base únicamente en el material y la técnica utilizados sería insuficiente si tenemos en cuenta la complexidad y la diversidad de esta vasta obra, que, más de 50 años después de la muerte del artista, y a falta de un catálogo razonado de las cerámicas creadas por sus manos, no está totalmente documentada ni accesible.
Por lo tanto, la unidad de esta obra tan inmensa y compleja debe ser conocida en su conjunto para entender mejor cada una de sus partes, pues en Picasso todas las técnicas, todos los procedimientos artísticos, así como los motivos y las temáticas, están relacionados e interactúan entre sí.[2] La creación de Picasso en el campo de la cerámica obliga al investigador y al crítico a abordar al artista sin prejuicios, y a no constreñir el análisis y la evaluación de su obra a un sistema establecido y concebido antes de su actividad artística.