«He tenido una vida espléndida. Una vida de lujo. El lujo de estar allí donde llueven los golpes, cuando la dignidad humana está en juego.»
Boris Taslitzky, 2004.
El museo La Piscine de Roubaix ha acogido esta primavera una selección de obras magistrales de Boris Taslitzky. Un recorrido que reconstruye la agitada vida militante de este dibujante excepcional. Un relato perturbador del siglo XX en el que la pintura y el dibujo fueron los medios predilectos de los artistas comprometidos. Boris Taslitzky fue uno de ellos: miembro del Partido Comunista Francés, cuyo entusiasmo y vicisitudes hizo suyos, fue deportado al campo de concentración de Buchenwald en calidad de militante, que no de judío, por lo que pudo escapar de una muerte segura, a diferencia de su madre, gaseada en Auschwitz.
A su regreso de Buchenwald, Louis Aragon publicó sus dibujos, realizados clandestinamente gracias a complicidades internas. Algunos de ellos, expuestos en Roubaix, testimonian el agotamiento y el sufrimiento cotidianos o retratan a sus desafortunados compañeros de prisión.
Boris Taslitzky «exorcizó» la guerra a golpe de pincel y color sobre enormes bastidores, presentando al espectador una extraña mezcla de belleza plástica y horror. Su tratamiento logra que unos cuerpos demacrados en silenciosa desesperación iluminen el espacio.
Aunque lograra «regresar» a la vida, Boris nunca olvidó lo que fueron aquellos meses terribles. Tanto en su lucha política como en sus cuadros, siempre se posicionó en defensa de los intereses de los oprimidos, oponiéndose a los abusos y atestiguando y representando la pobreza, la miseria y la explotación humanas. Su reportaje sobre Argelia de 1952, con los cuadernos de bocetos bajo el brazo, es ejemplo de ello. Las miradas, las actitudes y el trabajo lo dicen todo.
Boris Taslitzky, para quien «cada trazo debe ser una afirmación de solidaridad humana», atravesó el siglo testimoniando incansablemente la condición obrera, el Frente Popular, los conflictos y, más tarde, las luchas sociales durante los Trente Glorieuses (las tres décadas de crecimiento ininterrumpido de la postguerra), especialmente las de los mineros.
Compartió con Picasso el amor por el arte y el trabajo. Este último le invitó a visitarle y Taslitzky le envió en 1950, junto con una foto de su cuadro La mort de Danielle Casanova (1949), una carta en la que le decía: «Si no le he ido a ver, después de que me invitara en el congreso de la Paz, ha sido únicamente por timidez». Sin embargo, sabemos que se encontraron en diversas ocasiones y que al maestro le gustaba compartir con él sus hallazgos, sus nuevas búsquedas y sus últimas adquisiciones.
Taslitzky fue también uno de los firmantes, junto a Paul Eluard, Jean Rollin, Jean Amblard, Pierre Daix y muchos otros, de una carta colectiva, enviada el 24 de abril de 1952, en la que le recordaban al camarada Picasso que «los artistas plásticos y críticos comunistas, reunidos en conferencias de estudio, saludan con afecto confiado a su camarada de lucha y, con respeto, al gran pintor que ha puesto su talento al servicio de la paz y el socialismo». Era la época del realismo socialista y las utopías, antes de la crisis del retrato de Stalin en 1953.
A Taslitzky le divertía hacer referencias a Picasso en sus cuadros, como en Le Déjeuner des pêcheurs (1949), donde se adivina la paloma de la paz en un ejemplar de l’Humanité. Al final de su vida, en la tranquilidad de su luminoso estudio del 13º distrito de París, al pintor, dibujante, escritor y militante le gustaba evocar los encuentros y acontecimientos que habían marcado su existencia. La exposición de Roubaix le ha rendido con gran sensibilidad un magnífico y merecido homenaje.
Boris Taslitzky, L’art en prise avec son temps (Boris Taslitzky, el arte en sintonía con su tiempo)
La Piscine, Musée d’Art et d’Industrie André-Diligent, Roubaix, 19 de marzo -29 de mayo de 2022.
Illustration : Le Déjeuner des pêcheurs, 1949.
Collection particulière, photo Alain Leprince.