Si a partir de 1914, Picasso se mantuvo distante respecto al desarrollo de las operaciones militares, en cambio captó la violencia y las atrocidades cometidas contra civiles, tema al que volverá durante la guerra civil española. La revolución cubista, asociada al interés que manifestaba por ella el marchante Daniel-Henry Kahnweiler, un alemán cuyos bienes habían sido confiscados, fue estigmatizada por la censura y la propaganda. Desde el frente de Argonne, Fernand Léger lo subrayó con macabra ironía: «No hay cubismo como el de una guerra como esta que, de manera más o menos limpia, divide a un hombre en varios pedazos y los envía a los cuatro puntos cardinales».[1] Aunque Picasso no representó directamente esa guerra tantas veces descrita por amigos y conocidos, esta surgió de manera inesperada. Con el paso de los meses, la figura del arlequín, presente ya en su periodo rosa, volvió a aparecer de nuevo. El 7 de febrero de 1915, aconsejaba a Apollinaire que pintara la artillería que le rodeaba como sus propios arlequines «de colores vivos y por partes, rojo, amarillo, verde, blanco».[2]
Picasso, por contra, se mantuvo al margen de cualquier compromiso militante durante el periodo de entreguerras. Su única incursión «societaria», señalada por los historiadores, se produjo durante el invierno de 1933-1934, cuando realizó una serie de grabados para ilustrar una nueva traducción de la comedia griega Lisístrata de Aristófanes, en la que las mujeres se declaran en huelga de sexo para detener la guerra entre Esparta y Atenas. Las peticiones de Eluard, al principio de la guerra civil española, no consiguieron sacar al artista de su reserva. Esta actitud podría haber cambiado cuando el 20 de septiembre de 1936 el presidente de la república, Manuel Azaña, lo nombró director honorario del Museo del Prado. Pero si damos crédito a Aragon, este nombramiento, en un museo que nunca volvería a pisar, le sorprendió: «Recuerdo su sorpresa cuando le di la noticia: "¿Me lo dices en serio?"»[3]
[1] Carta de Fernand Léger a Jeanne Lohy, 28 de marzo de 1915.
[2] Citado en el catálogo Picasso et la guerre, Isabelle Limousin, «Picasso et la première guerre mondiale : l’invention du camouflage arlequin», Musée de l’Armée/Gallimard, 2019, p.71.
[3] Louis Aragon, «Le bleu de Madrid», Regards, n°264, 2 de febrero de 1939.