Con motivo de la celebración del cincuenta aniversario de la muerte de Picasso, el Musée de Montmartre organiza una exposición sobre el artista y su relación con Fernande Olivier, figura central en el Montmartre de las vanguardias, que convivió con Picasso en el Bateau-Lavoir.
Fernande Olivier, compañera de Picasso desde poco después del traslado de este a París en 1903, sigue siendo hoy un personaje poco conocido. Los inicios de su relación coincidieron con el final de la época azul y el comienzo de los nuevos experimentos del artista, como el cubismo, en el encantador escenario del Bateau-Lavoir (barco-lavadero), como lo bautizó Max Jacob. Esta incómoda construcción de madera en Montmartre albergaba a artistas pobres que se codeaban con una fauna de gente humilde y variopinta. El encuentro con esta bella musa parece haber sido de gran importancia para el equilibrio del pintor, por entonces en pleno tormento artístico y personal.
Fernande Olivier, cuyo verdadero nombre era Amélie Lang, cambió de identidad hacia 1900, en circunstancias poco claras, cuatro años antes de conocer a Picasso. Fernande-Amélie, criada desde muy niña por sus tíos, no tuvo una infancia feliz. Su tía la aterrorizaba y la alejó del cariño de su tío, un hombre demasiado débil para imponerse. Inteligente y buena estudiante, a Fernande le gustaba aprender, escribir, leer, («estaba harta de tantear cosas que me apasionaban sin profundizar en ninguna, por eso me dediqué sobre todo a leer, porque me permitía estudiar con más rigor.»)[1]
Demasiado joven, se escapó de ese asfixiante ambiente familiar para casarse con un hombre violento que la hizo profundamente infeliz. Desesperada, encontró refugio junto a un joven escultor, Laurent Debienne, quien la acogió y del que se convirtió en amante. Fue él quien la inició en la vida bohemia y fue con él con quien se mudó al Bateau-Lavoir. Sin dinero, la joven pareja vivía sobre todo de lo que ganaba Fernande posando para otros artistas, lo que pronto la convirtió en una de las modelos favoritas de los pintores. Fernande recrea en sus memorias (llevó un diario durante varios años) las sesiones en los estudios de Henner, Ricard Canals, Carolus-Duran, Boldini e incluso de Friesz… La falta de cariño sufrida en su infancia sumió a Fernande en una búsqueda siempre insatisfecha de abrazos y caricias. Cada nuevo amante la decepcionaba, su vida no le llenaba y sus angustias no paraban de acosarla. Fue entonces, en tan difícil situación personal, cuando conoció a Picasso, con el que ya se había cruzado en el Bateau-Lavoir («hay un pintor español en la casa […] que me mira con grandes ojos profundos, agudos y pensativos, llenos de fuego contenido y tan intensamente que no puedo evitar responder a su mirada»[2]) y en 1904 comenzaron una relación intermitente («he vuelto a ver mi pintor español. Siente adoración por mí y eso me conmueve. Es sincero»[3]).
Poco tiempo después, Fernande se fue a vivir con Picasso, en ese estudio que ella describió en su libro Picasso y sus amigos: «Un somier sobre cuatro patas en un rincón. Una pequeña y oxidada estufa de fundición con una palangana encima; a su lado, una toalla y un trozo de jabón sobre una mesa de madera blanca. […] caballetes, lienzos de todos los tamaños, tubos de colores desperdigados por el suelo, pinceles»[4]. El estudio de la época rosa seguiría siendo para ambos, mucho tiempo después de su separación, un recuerdo dichoso. Durante esos hermosos años, Fernande dejó su trabajo de modelo, a petición de Picasso, quien, celoso, no soportaba que su compañera posara para otros. A Fernande también le habría gustado dedicarse a la pintura («hacía mucho tiempo que intentaba pintar, tenía talento; me habría gustado que Pablo me dirigiera y me diera consejos, pero él se negaba. “Lo que tú haces es más interesante que lo que podrías hacer siguiendo los consejos de otro”»[5].
Con el paso del tiempo, la relación se fue haciendo cada vez más tensa hasta que se acabó rompiendo en 1912. Aunque Fernande siempre guardó una cierta nostalgia: «solo una persona me ha amado, una persona a la que yo acabé amando desde lo más profundo de mi ser, lo que no me impidió más tarde, pues a menudo fui cruel con él, abandonarlo brutalmente, aunque con gran dolor, el día en que me di cuenta de que me había empezado a querer menos»[6].
Los siguientes años fueron difíciles para Fernande. Para sobrevivir recitó versos en el Lapin Agile y realizó trabajos sueltos hasta que terminó dedicándose a hacer horóscopos. Más tarde compartió su vida con Roger Karl, actor y compañero de Sarah Bernhardt, pero terminó envejeciendo sola (Picasso, enterado de su situación por Mme. Braque, acudió en su ayuda a finales de los años cincuenta) pero con cierta alegría de vivir, en un perfecto desorden y con total serenidad. Fernande Olivier falleció el 29 de enero de 1966, dejándonos dos libros que aportan conmovedores detalles sobre el trabajo de Picasso y el ambiente bohemio, artístico e intelectual previo a la Gran Guerra.
Fernande Olivier et Pablo Picasso, dans l’intimité du Bateau-Lavoir, una exposición presentada en el Musée de Montmartre del 14 octubre de 2022 al 19 de febrero de 2023 en el marco de la Celebración Picasso 1973-2023.