Heinz Berggruen (1914-2007) fue un historiador de arte y marchante absolutamente singular. Nacido en Berlín, abandonó la Alemania nazi en 1936; cursó estudios de letras e historia del arte en Francia, primero en Grenoble y luego en la universidad de Toulouse; colaboró con el Frankfurter Zeitung, en el que, para eludir las leyes antisemitas, firmaba solo con sus iniciales; se exilió a California y acabó instalándose en Francia donde abrió una galería en la rue Dauphine de París en 1948. Sus vecinos eran Simone Signoret e Yves Montand, a quienes cedió su espacio para trasladarse a otro situado en el número 70 de la rue de l’Université. Fue a través de Tristan Tzara que Heinz Berggruen conoció a Picasso. El pintor estaba acabando unas litografías para ilustrar la obra del poeta, De mémoire d’homme[1]. Tzara, quien, con el permiso de Picasso, buscaba galería para exponerlas, llevó a Berggruen al estudio del artista.
Berggruen concentró su actividad en la obra gráfica y particularmente en la de Picasso, del que, con los años, llegaría a convertirse en coleccionista apasionado y agudo conocedor de su trabajo. Su galería fue una de las más importantes del París de la época tanto por sus destacadas exposiciones como por el esmero que ponía en cada uno de los catálogos, algo entonces poco habitual. Estableció contactos con el mundo cultural parisino y conoció tanto a artistas como a poetas, marchantes, historiadores, críticos y coleccionistas. Además de los pequeños catálogos publicados con motivo de las exposiciones, Berggruen probó suerte en la edición de arte y los historiadores coinciden en la originalidad claramente experimental de sus libros dedicados a Picasso. El editor exploraba «íntimamente» el recorrido intelectual y artístico del pintor, convirtiendo de este modo el libro en uno de los elementos del proceso creativo, de tanto interés para el editor como el resultado y este acercamiento particular a la búsqueda artística permitía un análisis penetrante de la obra.
Más tarde, en 1957, por iniciativa de Dora Maar y con el beneplácito de Picasso, Berggruen emprendió la publicación facsímil de la excepcional Histoire naturelle de Buffon ilustrada por el artista. Encargada por Ambroise Vollard en 1936, el pintor se la había regalado a su compañera en enero de 1943 enriqueciéndola para ella con cuarenta y dos dibujos en tinta china y aguada (inventario a lo Prévert de un bestiario sumamente personal que, en cada una de sus páginas, pone de manifiesto el virtuosismo del artista[2]).
Dejándose llevar por sus intuiciones, Heinz Berggruen llegó a reunir una colección considerable de obras del siglo XX y en particular de Picasso. Para Philippe Dagen[3], «otros coleccionistas han poseído o todavía poseen grandes cuadros y magníficos dibujos del español, pero ninguno ha tenido la pasión, la constancia y la habilidad necesarias para encontrar y adquirir suficientes pinturas, dibujos, collages y esculturas como para abarcar toda la vida de Picasso, desde sus inicios hasta sus últimos años». También poseía obras de Cézanne, Seurat, Van Gogh, Braque, Laurens o Giacometti y se interesó asimismo por el arte primitivo.
En Berlín, frente al palacio de Charlottenburg, en el museo que lleva su nombre y acoge una parte de su colección (¡donó una docena cuadros de Klee al Musée National d'Art Moderne en 1972 y otras 90 piezas al Metropolitan Museum de New York!) «los numerosos visitantes no reparaban en el anciano caballero sentado cerca de la entrada; era Heinz Berggruen quien, después de haber disfrutado tanto de sus cuadros, se complacía casi a diario contemplando cómo otros también los disfrutaban»[4].
[1] Tristan Tzara. De mémoire d'homme, poema. Litografías de Pablo Picasso. París, Bordas, 1950.
[2] Ver también Picasso/Berggruen, une collection particulière, Anne Baldassari, «Fac similés», Flammarion RMN, 2006.
[3] Philippe Dagen, «Un monde stupéfiant et inédit», Le Monde, 23 de septiembre de 2006.
[4] Harry Bellet, «Heinz Berggruen, marchand d'art», Le Monde, 26 de febrero de 2007.