La Vida es una de las pinturas icónicas de la última etapa barcelonesa que esconde algunas incógnitas sin resolver. Aunque no existe información fehaciente sobre la fecha en que se inició, se estima que sería en mayo de 1903, en el taller de la hoy desaparecida calle de la Riera de Sant Joan. Esta obra representa la conclusión de una fructífera etapa creativa en la ciudad de Barcelona, cuando
ya el período azul tocaba a su fin.
Si bien hay muchas dudas sobre la fecha exacta de su finalización, se cree que poco después de terminarla la obra fue vendida y abandonó el taller, rumbo a Francia,[1] pero tanto el momento de la venta como el proceso de ejecución y finalización continúan hoy siendo un verdadero misterio. Solo el análisis de las capas internas de la pintura —realizado en 2010 por el Cleveland Museum of
Art con la colaboración científica del Indianapolis Museum of Art— ha aportado un poco de luz, al individualizar los sucesivos estratos de color[2] y determinar la naturaleza mineralógica de algunos pigmentos pertenecientes a las capas subyacentes no visibles. Hoy sabemos que la obra tiene una estructura compleja, fruto de un proceso de ejecución prolongado,[3] que conllevó significativas modificaciones formales en la composición y también en la paleta.
Otras fuentes documentales importantes para aproximarnos a esta obra son los diversos dibujos preparatorios datados por el artista y el documento gráfico de la pintura de Sebastià Junyent (fig. 1), en la que aparece el propio Picasso representado frente a su cuadro La Vida, ataviado con ropa de invierno, lo que nos ayudaría a situarlo cronológicamente.
Con el objetivo de conocer mejor la composición de los cuadros y su estado de conservación, en las dos últimas décadas, algunas instituciones —entre las cuales se encuentra también el Museu Picasso de Barcelona— han emprendido exámenes fisicoquímicos de algunas pinturas del artista. Esto ha permitido identificar, por primera vez, otras composiciones subyacentes que tienen relación
con La Vida y que sugerirían que dicha obra, lejos de ser una creación aislada, puede considerarse el principal eslabón visible de una cadena de escenas que fueron abandonadas por el camino. La mayoría de ellas reposan bajo algunas de las más importantes pinturas del período barcelonés o fueron modificadas años más tarde.[4]
Muchas obras de la etapa azul fueron vendidas de forma rápida y pasaron a manos de los grandes coleccionistas privados de principios del siglo xx[5] y más tarde a diferentes centros museísticos.[6] Esta gran dispersión internacional de la obra de Picasso y una actitud general poco propicia hacia la investigación del proceso creativo de las obras de arte han dificultado, durante años, el estudio comparativo de su producción, impidiendo establecer relaciones documentales sólidas, basadas en el conocimiento directo y objetivo de los materiales, las técnicas y la estructura de las piezas. Por ello, durante gran parte del siglo xx, aquellas que fueron desestimadas por el artista durante su proceso de creación han pasado inadvertidas, aunque, como el caso de Azoteas de Barcelona, sirvieran de arquetipo para algunas de sus obras maestras.
En la actualidad, nuevas metodologías de examen —basadas sobre todo en las tecnologías de la imagen y la determinación química de materiales—, así como una voluntad generalizada de profundizar en el conocimiento de los procesos creativos, están aportando valiosos datos para generar un inventario de la obra oculta de Picasso, que sin duda facilitará su estudio y contextualización. El arte y la ciencia se encuentran, por fin, en una investigación interdisciplinar.
Más de un siglo después de su creación, La Vida regresa a Barcelona para enfrentarse de nuevo a alguna de las obras que, sin duda, ayudaron en su gestación. En su mayoría, son dibujos conocidos y bien documentados; otras, como Azoteas de Barcelona, guardaban una información, ahora desvelada, que ha pasado a formar parte del archivo documental de este museo oculto.
[1] Un artículo en El Liberal del 4 de junio anunciaba su venta a un coleccionista francés del cual no se tiene referencia alguna; parece que se trata de una historia ficticia.
[2] Dean Yoder es restaurador de pinturas en el Cleveland Museum of Art y Gregory Smith es restaurador científico en el Indianapolis Museum of Art. Su estudio realizado hasta la fecha ha identificado los pigmentos azules y negros de la estructura pictórica.
[3] El estudio radiológico realizado en 1978 permitió descubrir la pintura Últimos momentos además del retrato oculto del propio artista, pero faltaba particularizar aquellos pigmentos correspondientes a las capas intermedias.
[4] Fernande Olivier explica que en su primera visita al estudio del Bateau Lavoir, durante el verano de 1904, Picasso trabajaba cubriendo una pintura previa: «La “época azul” había dejado paso a la “época rosa” y Picasso, para desesperación mía, recubría las telas pintadas anteriormente». Fernande Olivier, Recuerdos íntimos. Escritos para Picasso. Barcelona, Parsifal, 1990, p. 166.
[5] Coleccionistas como los Stein o Sergei Schukine acapararon una gran representación de su obra del período azul y difundieron estas adquisiciones en sus salones privados y, por tanto, en círculos muy reducidos .
[6] La colección de Schukine pasó a manos públicas al ser requisada por los soviets en 1918.