Kootz llega a París el 28 de diciembre de 1946 con un objetivo en mente muy preciso: convencer a Picasso de que le venda obras para organizar la primera exposición personal del artista en Nueva York después de la Segunda Guerra Mundial. Gracias a esta exposición espera figurar como uno de los marchantes internacionales más influyentes en un mundo artístico en plena conmoción. Quiere que esa exposición futura sea todo un acontecimiento y ya se está viendo a sí mismo como el marchante oficial del pintor en Estados Unidos, suplantando así a Paul Rosenberg, su rival potencial, instalado en Nueva York desde 1940. Y es que la llegada de Kootz coincide exactamente con la situación delicada que vivía Picasso entonces con sus dos marchantes históricos: Paul Rosenberg y Daniel-Henry Kahnweiler. Aunque el artista había seguido trabajando durante toda la guerra en su taller de Grands-Augustins y había producido un número considerable de pinturas, esculturas y grabados, el mercado del arte moderno, considerado arte degenerado bajo el régimen nazi, se muestra bastante frío. Las exposiciones de obras recientes de Picasso en la Galerie Louis Carré de París en verano de 1945, y luego en 1946[i], no tienen el éxito previsto y las pinturas se venden mal. Los dos antiguos marchantes, siempre en contacto con Picasso, quieren conservar los baremos de antes de la guerra por lo menos un año: Kahnweiler incluso le propone comprarle toda su producción reciente pero sin transigir con los precios, a lo que el artista se niega categóricamente. Françoise Gilot cuenta que Picasso no quería ceder y exigía una subida de los precios de sus obras por principio, casi por capricho. En un momento semejante, la oferta de Kootz no puede ser más oportuna, el estadounidense no solo quiere organizar una exposición de Picasso, sino que desea comprarle las obras al contado y sin regatear el precio. Como explica Brassaï, mientras la producción del artista se acumulaba en París, ¡el mercado estadounidense llevaba más de siete años sin ver un lienzo nuevo de Picasso[ii]! Así, ese 28 de diciembre de 1946, Kootz aparece cargado de regalos, entre ellos el precioso libro de su compatriota Sidney Janis sobre Picasso[iii], recién publicado y con reproducciones de fotografías del taller de Brassaï que el artista todavía no ha visto y sobre el que se lanza. El marchante le habla largo rato de su afición por los jóvenes pintores estadounidenses y, después de algunas negociaciones, Picasso accede a mostrarle sus obras, pero sobre todo a venderle directamente, sin intermediarios. Al cabo de tres días, el estadounidense se vuelve con nueve pinturas bajo el brazo, en la que probablemente sea su gran jugada maestra.
[i] Picasso libre, 21 Peintures de Picasso, Galerie Louis Carré, París, 20 de junio - 13 de julio de 1945; 19 Peintures de Picasso, Galerie Louis Carré, París, junio de 1946.
[ii] Brassaï, ibid.., p. 280.
[iii] Harriet y Sidney Janis, Picasso The Recent Years 1939-46, Doubleday & Cie, Inc., Nueva York, 1946.