En una entrevista de Sam Kootz realizada para Archives of American Art en abril de 1964[i], el marchante explica que Stephen Clark era su mejor cliente y que, en 1948, ya le había comprado seis o siete lienzos de Picasso. Kootz cuenta que, en la primavera de 1948, cerró su galería de la calle 57 para convertirse en el agente exclusivo de Picasso a petición del artista, que le aconsejó que se hiciera con un apartamento en Nueva York y otro en París para mostrar las obras en locales privados a ambos lados del Atlántico. Kootz aprovechó rápidamente la ocasión pero, al cabo de unos meses, su piso neoyorquino se había convertido en un lugar público, sin horario definido y sin ninguna intimidad. De forma que terminó reabriendo una galería con escaparate a la calle. El detonante fue un episodio desafortunado y cómico: una mañana temprano, Stephen Clark llamó a la puerta de la casa de Kootz para ver una obra nueva de Picasso y este último le abrió en pijama pensando que era el portero.
En una entrevista reciente, Françoise Gilot expresaba serias dudas sobre la veracidad de estas declaraciones. Aunque Picasso solía tener muchos conflictos con su marchante Kahnweiler, los dos hombres habían conseguido ponerse de acuerdo para producir litografías en colaboración con el impresor Mourlot: Kahnweiler pagaba toda la producción por anticipado y, a cambio, se quedaba con cincuenta pruebas de cada tirada para venderlas en el mercado internacional, por mediación de su socio Curt Valentin de Nueva York. En efecto, la historia de Kootz parece demasiado bonita para ser verdad: aunque es posible que Picasso le sugiriera a Kootz que expusiera sus obras en privado en su casa —es decir, que lo representara en Estados Unidos—, no habría corrido el riesgo de despedir a sus marchantes de siempre. Y, sobre todo, no habría confiado en Kootz para que lo representara en el mercado europeo. ¿Cómo habría podido defenderse este estadounidense de modales bruscos y que no hablaba francés? No hemos encontrado ninguna carta de Kootz a Picasso sobre esta época que permita justificar sus declaraciones, pero sí tenemos una prueba más contra esa afirmación: ese mismo año (1948) hubo exposiciones de Picasso en otras galerías de la calle 57 de Nueva York. Entre el 16 de marzo y el 3 de abril, la galería Paul Rosenberg mostró unas treinta obras (de 1913 a 1947), y luego las Durand-Ruel Galleries, del 3 al 29 de mayo, expusieron quince Picassos recientes en colaboración con Louis Carré. ¿Será que esos marchantes querían demostrar su fuerza para desanimar a Kootz o para impresionar a Picasso? Picasso no podía ignorar estas dos exposiciones de sus obras de 1947, incluso es lógico que colaborara en su organización. Por lo tanto, su posición es bastante ambigua, pues es posible que el artista le pidiera a Kootz que lo representara en Estados Unidos. El marchante era conocido por su franqueza, su audacia y su compromiso con el arte moderno, y si representar a Picasso le convenía para su estrategia de poner a los jóvenes artistas en un primer plano, también le servía al español, afiliado desde 1944 al Partido Comunista francés, en un mundo en plena guerra fría. Como argumenta Serge Guilbaut en su ensayo «Picasso-Picassiette: les tribulations d’un agent double au temps de la guerre froide»[ii] Picasso juega a dos bandas y ve en Kootz a un formidable promotor de su arte en una sociedad estadounidense en plena caza de brujas. Hay que señalar que el FBI vigilaba al artista desde su afiliación al Partido comunista, y que, en marzo de 1950, el consulado estadounidense le denegó el visado para una misión de paz. El fin de la visita era conducir a delegados del Congreso Mundial por la Paz a Washington, en una iniciativa destinada a convencer al presidente Truman y al Congreso de Estados Unidos de que prohibieran la bomba atómica. Kootz nunca tomará partido en el plano ideológico, pero enviará al artista los artículos de la prensa estadounidense y se lamentará por que Picasso no pudiera ir a exponer su opinión libremente[iii].
[i] Dorothy Seckler, Oral Interview with Samuel Kootz, 13 de abril de 1964, Archives of American Art, Smithsonian Institución, Washington D.C.
[ii] Serge Guilbaut, «Picasso-Picassiette: les tribulations d’un agent double au temps de la guerre froide», en Picasso, l’objet du mythe, ESNBA, París, 2005 y reproducido en la web www.picasso.fr.
[iii] Carta de Sam Kootz a Picasso, 7 de marzo de 1950, Archives Musée Picasso, París.