Pero, a principios de 1930, Prévert formó parte de una de las escisiones del movimiento. Fue uno de los doce redactores, junto a Desnos, Queneau, Boiffard, Bataille, Morise, Ribemont-Dessaignes, Vitrac, Leiris, Limbour, Baron y Carpentier, de un violento panfleto contra André Breton, titulado Un cadavre. El título hacía referencia a un incendiario opúsculo epónimo contra Anatole France que seis años antes habían imprimido Breton y los surrealistas. Prévert atacaba violentamente en el panfleto a un Breton «demasiado comodón: por una nota de prensa, no salía de la habitación en ocho días». Esta ruptura no impedirá la tímida reanudación de sus relaciones en la posguerra. «Prévert tiene mucho talento: admiro su brío, sus grandes recursos humorísticos y le estoy muy agradecido por haber encontrado el tono adecuado para espabilar a su época enfrentándose a brazo partido con sus "tabúes"...» declaró Breton en 1952, aunque añadiendo que «la influencia de Prévert desde un punto de vista formal es desastrosa».[1]
En 1930, Prévert participa en un homenaje colectivo (no 3, «Hommage à Picasso») de la revista Documents, dirigida por Georges Bataille y en la que participaban muchos de estos disidentes. Su texto, titulado «Hommage-Hommage» es, de un modo irónico, un verdadero alegato a favor del derecho del artista a cuestionarse a sí mismo periódicamente, burlándose de los que «revuelven en la basura del pintor a la busca de nuevas metáforas y arlequines rosas de sus comidas de juventud».
El texto escenifica un diálogo entre el genio de la pintura y Picasso:
«EL GENIO (muy pálido). – Basta, señor Picasso, ¡está haciendo que me sangre la nariz!
PICASSO. – ¡Efectivamente! (Le da un puñetazo en un ojo).
LE GÉNIE. –¡Qué vida! ¡Qué tiempos aquellos en que llegaba con mi pipa, mi paquete de picadura,[2] mi mandolina y aquellas muchachitas que jugaban al aro, y los papiers collés, señor Picasso, y venían los amigos por la noche en zapatillas a tomar su caldo de pastilla! Me pregunto, ¿dónde iremos a parar, señor, dónde iremos a parar?
PICASSO. – Si me apeteciera castrarte, te castraría».
A Picasso le gustó tanto que quiso conocer a Prévert.