Cuando Picasso llegó a Gósol hacia finales de mayo de 1906[1], todavía conservaba cierto apego a la tradición decimonónica, pero al marcharse –apenas ocho semanas más tarde–[2] llevaba enrollada en sus lienzos la trama de la modernidad. No hubo milagro ni embrujo, sino un vertiginoso viaje interior, un casi inimaginable espacio de pura sublimidad y una gente con rasgos de una fascinante belleza ancestral, de una forma de vida extremadamente austera y de rústicas costumbres.
En ese pequeño pueblo catalán[3] situado en la vertiente meridional de los Pirineos, Picasso, que por entonces contaba veinticuatro años, se rebautizó como el Pau de Gósol[4] (Pau, el equivalente catalán de Pablo). Su firma en una carta al escultor Enric Casanovas sirve como prueba documental de ello. En esa carta, Picasso solicita a su amigo que le envíe enseres de pintor y se despide con una frase medio en catalán, medio en castellano:
“Un abrazo de tu amigo Picasso dit el Pau de Gósol”[5].
Durante esas ocho semanas en Gósol, Picasso cambió su nombre Pablo por el de “Pau”, como si tratase de reescribir el comienzo de su propia biografía[6]. Este renacimiento estaba relacionado, por una parte, con una necesidad interior y, por la otra, con la felicidad que encontró en este pueblo[7]. Este fue el mayor regalo que recibió de Gósol, y su felicidad se esgrimió como un factor clave del punto de inflexión más relevante de toda su carrera.
[1] Ver Richardson, A life of Picasso. Vol. I, capítulo 28, pp. 433-454, concretamente pp. 433-435.
[2] La publicación de las cartas entre Picasso y Gertrude Stein modifica la fecha generalmente aceptada del regreso de Picasso y Fernande de Gósol a París. Richardson, p. ej., la sitúa alrededor del 12 de agosto basándose en el miedo a un brote de fiebres tifoideas que pudo haber afectado a la nieta de Josep Fondevila (ver Richardson, A life of Picasso. Vol. I, p. 452). Esta fecha de salida y su explicación a causa de la fiebre tifoidea también aparece en Tinterow y Stein (eds.), Picasso, p. 103. Sin embargo, en una carta de Picasso a Léo Stein, enviada desde París el 11 de agosto de 1906, el pintor escribe: “Mon cher ami Stein nous sommes ici depuis trois semaines et helas! sans fortune, notre petit heritage ayant été depensé gaîment sur les montagnes” (“Querido amigo Stein, llevamos aquí tres semanas y, pobres de nosotros, desgraciadamente sin dinero, nuestra pequeña herencia la gastamos alegremente en las montañas”), ver Laurence Madeline (ed.), Gertrude Stein, Pablo Picasso. Correspondance (París, Gallimard, 2005), p. 37. Esta fecha permitiría establecer el final de la estancia de la pareja en Gósol alrededor del 22 o el 23 de julio de 1906, como ya señaló Madeline, ver p. 389. Estas aportaciones modificarían las fechas de Richardson, así como las de Teresa Camps y Susanna Portell (eds.), Les cartes de l’escultor Enric Casanovas (Cerdanyola del Vallès, UAB, 2015), cartas 38 y 39. Por otro lado, la autora del presente artículo ha comprobado los archivos municipales de Gósol en los que no figura ninguna muerte por fiebres tifoideas en la población ni en esos años ni en los posteriores; no hay indicio escrito alguno de la enfermedad, aun cuando Fernande Olivier habla de ella en sus Souvenirs intimes como causa de la partida. Ver Fernande Olivier, Souvenirs intimes (París, Calmann–Lévy, 1988 [1930]): pp. 214–6), capítulo V. Versión española: Fernande Olivier: recuerdos íntimos. (Barcelona, Salvat Editores, S.A., 1995).
[3] Gósol tenía unos setecientos habitantes en 1906 y actualmente tiene alrededor de doscientos.
[4] Ver Richardson, A life of Picasso. Vol. I, p. 441 y Josep Palau i Fabre, Picasso i els seus amics catalans (Barcelona, Galaxia Gutenberg, 2006 –1971–), p. 248.
[5] Portell i Camps, Les cartes, carta 38. Además, hay otras dos cartas enviadas desde Gósol que Picasso firma “Pau”, (ver Portell i Camps, Les cartes, cartas 36 y 39).
[6] Ver Fernande Olivier, Picasso et ses amis. Edición prologada y anotada por Hélène Klein (Pygmalion: Gérard Watelet, 2001 [1945]), pp. 127–30. Traducción al español: Picasso y sus amigos (Madrid, Taurus, 1964), pp. 88–91.
[7] Ver Fernande Olivier, Loving Picasso, pp. 182–5.