Un paso de creación espiritual de Picasso

Desde que conoció a Picasso en casa de Ambroise Vollard en junio de 1901[1], Max empezó a desempeñar un papel cada vez más importante en su orientación hacia un arte más filosófico y más espiritual, del cual Bergson será el impulso indiscutible. Este filósofo inspiró a ciertos creadores y cabezas visibles de las tendencias más innovadoras, que Picasso conoció y frecuentó a través de Max Jacob. Este ayudó mucho a Picasso en sus comienzos[2], compartió con él, en 1903, su habitación del bulevar Voltaire y le permitió consagrarse a su pintura. En 1904, después de la instalación de Picasso en Montmartre, en un viejo edificio bautizado por Max el Bateau lavoir ("barco lavadero"), intentará acercarse a él y alquilará un cuarto pequeño en el n.° 7 de la calle Ravignan. Se pasaba la vida en el estudio del pintor. Junto con el joven marchante Henry Kahnweiller, será la única persona que entenderá el lienzo-manifiesto del cubismo que Max llamará Las señoritas de Aviñón y que describirá como el primer lienzo de exorcismo.[3]

 

Es el comienzo de una etapa de creación más espiritual de la que Picasso se desmarcará más tarde, cuando procura mantener los vínculos con la realidad concreta y objetiva.

 

La intensa comunión que lo unirá al poeta durante su periplo místico hasta la aparición de las obras burlescas y místicas del hermano Matorel en 1912, y del manuscrito de su novela Le terrain Bouchaballe, sobre cuyo título definitivo Max consulta a Picasso, marcó profundamente la producción de los años analíticos del cubismo. Es en esta época cuando Max se «convierte» al catolicismo. De hecho, es la época en la que la Iglesia registra una serie de conversiones espectaculares, empezando por la de algunos poetas simbolistas aclamados por los jóvenes Picasso, Max Jacob y Apollinaire[4], como Verlaine, convertido en 1874, seguido por filósofos que pertenecían al entorno de Max y de Picasso, Jacques y Raïssa Maritain. La aparición de dos obras de Bergson, Ensayo sobre los datos inmediatos de la conciencia en 1889 y Materia y memoria en 1896, contribuyó a un fenómeno de inversión de las conciencias, que permite justificar las oleadas de conversiones al catolicismo. En el caso de Max, las raíces de su conversión claramente se remontan a las lecturas en la Biblioteca Nacional de París —ante la curiosidad de G. Apollinaire— de los textos filosóficos de Bergson y de grandes obras esotéricas, incluso astrológicas. La «visión crística», esta «imagen sagrada» que aparecía en su pared y que Max Jacob databa entre 1909 y 1912, lo decidirá a escribir y a publicar en 1911 con Kahnweiler Saint Matorel, y será Picasso, cuyas «rarezas cúbicas» empiezan a intrigar profundamente a la crítica, el encargado de ilustrar esta obra.

 

[1] V. Jeanine Warnod, Le Bateau Lavoir, París, Presses de la Connaissance, 1975, p. 49

[2] Paul Yaki, Francis Carco (prólogo), Le Montmartre de nos vingt ans, París, Librairie Tallandier, 1933, p. 121.

[3] André Malraux cuenta ens La Tête d’obsidienne (París, 1974), que Picasso le confesó que ese fue su «primer lienzo de exorcismo ».

[4] Sobre este asunto, véase Jean Cocteau, La difficulté d’être, París, Paul Morihein, 1947, págs. 174-175 [ed. española La dificultad de ser, Madrid, Siruela, 2006]..

Picasso, Saint Matorel per Max Jacob, Mademoiselle Léonie, IIème état a, 1910
Picasso, Saint Matorel" per Max Jacob, Mademoiselle Léonie sur une chaise longue, IVème état, 1910
El Barco lavadero, "la ventana de mi estudio", 13 rue Ravignan "1904