Partiendo de una idea totalmente original, los fines de la asociación eran los siguientes: reunir una colección de cuadros de jóvenes artistas, jóvenes de verdad, poco conocidos, en un periodo de diez años exclusivamente; después, hacer que todos los miembros se beneficiaran de las obras adquiridas según las condiciones definidas, y, por último, revender esta colección en subasta pública al final del tiempo reglamentado.
André Level, en el proyecto desde su origen, se convierte en el gestor. Por ser quien tiene los contactos con los artistas, es el encargado de elegir y comprar obras de acuerdo con un comité restringido, compuesto por él mismo y dos miembros renovables, elegidos para dos años. El comité podía oponerse, por mayoría, a las elecciones de su gestor en cuanto a las compras, pero no podía obligarlo a adquirir una obra en contra de su voluntad. Level desempeña la función de director artístico, él es el que conoce el arte moderno y, sobre todo, el que lo aprecia realmente. Al convencer a sus parientes de embarcarse en esta aventura, está creando el primer fondo de inversión en arte moderno.
Para algunos miembros, la empresa era puramente especulativa, y ni siquiera querían colgar las obras compradas. Para otros, jóvenes aficionados, se celebraban dos reuniones anuales, en las que se efectuaba un sorteo, según el orden de inscripción, con el fin de disfrutar de obras agrupadas en lotes. Por el hecho de coleccionar arte moderno desde 1904, todos los asociados hacían una apuesta real sobre el futuro, con determinación pero sin pretensiones. El nombre de la asociación, un guiño a una fábula de La Fontaine, no hacía más que recordárselo. Pues exactamente de eso se trataba: cada miembro disponía de obras ¡sin conocer sus ganancias o pérdidas futuras!
En efecto, los estatutos financieros de «liquidación» eran los siguientes: si el producto neto de la venta era inferior a las cotizaciones totales de diez años, el reparto sería proporcional a los pagos de cada asociado. Si el producto neto era superior, a cada miembro se le reembolsarían las partes pagadas y después, en el mejor de los casos, le tocaría el 3,5% de interés sobre el importe invertido. En el caso de que todavía quedaran beneficios, se entregaría el 20% al gestor como remuneración de sus servicios y el 20% estaría reservado a los artistas. La mayoría encontraba que era más justo compartir su posible éxito con aquellos que estaban en el origen de la asociación: los artistas.