Franco gobierna España con mano de hierro durante casi 40 años, hasta 1975. Picasso no nunca volvería a su país natal. Él que, al principio de su carrera, se instala en Francia por motivos artísticos y personales, se convierte, de hecho, en un «exiliado» como sus compatriotas. En los documentos de los años cincuenta referentes a su trayectoria conservados en la Prefectura de Policía de París, aparece calificado como «refugiado español». Una nota del Servicio de Inteligencia del 31 de diciembre de 1954 recuerda «que no siempre ha tenido hacia Francia el comportamiento que todo extranjero respetar en un país de acogida»[1].
Por lo tanto, el artista forma parte de la comunidad des «refugiados españoles» desde que los republicanos perdieran la Guerra Civil, y sin duda se da cuenta de que no podrá volver jamás junto a los suyos. Se encuentra en la situación de Olga durante la Revolución rusa. Pero su situación no tiene nada que ver con la de las familias que hay huido de su pueblo, aunque haya vivido la tragedia del exilio a través de su mujer. Consciente de su situación privilegiada, deja que se beneficien de ella aquellos que, tanto artistas como personas anónimas, lo necesitan. Se convierte en el referente de numerosas asociaciones, como artista y presidente del Comité de Ayuda a los Republicanos Españoles, su nombre facilita las recaudaciones de fondos. Participa en actos organizados contra el franquismo y ayuda todo lo que puede a la comunidad. El profesor Joseph Parello, investigador de Bioquímica en el Centro Nacional para la Investigación Científica de Francia (CNRS por sus siglas en francés), ha descubierto una carta de Irène Joliot-Curie, premio Nobel de Química, indicando que el hospital Varsovia (rebautizado como hospital Joseph-Ducuing en 1971) se financió con fondos recaudados por el Comité Conjunto Antifascistas — JAFC o Joint Anti Fascist Committee, fundado en 1942 por el doctor Edward K. Barsky— y su eminente representante, el profesor Walter B. Cannon. Los antifascistas estadounidenses del JAFC, apoyados por personalidades de la talla de Albert Einstein, Orson Welles y Yehudi Menuhin, respondieron al llamamiento a la generosidad lanzado por el Spanish Refugee Appeal, cuyo presidente de honor no era otro que Picasso...[2] Numerosas ligas, asociaciones y alianzas de Estados Unidos se movilizaron para ayudar a los refugiados. Y el artista, que también era donante, siguió con atención el destino de las donaciones para el hospital, las clínicas de convalecencia o los campamentos de vacaciones para los niños, como lo demuestran los cuadernos conservados en sus archivos en el Musée national Picasso-París.
El hospital Varsovia es un modelo de su género, citado como ejemplo y visitado por numerosas personalidades, en gran parte gracias al carisma de su director, Joseph Ducuing (cuyo nombre acabaría adoptando). En 1948, el primer editorial de la revista Anales del Hospital Varsovia definía claramente la línea del centro hospitalario: «atender al conjunto de la emigración española en su dolor y su sufrimiento, recuperar y conservar su salud moral y participar en la gran empresa que la emigración española se ha fijado al final de la guerra: estudiar la patología propia de una emigración dolorosa, larga y masiva; […] ser el hogar, la casa de salud para todos los republicanos españoles sin discriminación por tendencias políticas ni creencias religiosas. Ser, en una palabra, la obra de salud de una emigración política fuerte y consciente de su misión»[3]. Paul Eluard, después de una visita en junio de 1950, escribía en el libro de oro conservado por Los Amigos de la Medicina Social de Toulouse: «El pueblo español no ha perdido ni su salud, ni su Fuerza. Recuperará la felicidad en sus fronteras. Aquí, yo, una vez más, he admirado la claridad de nuestro espíritu común».
¿Realmente es Picasso un artista en el exilio? El exilio, elemento fundador de la identidad personal en lucha contra los conflictos económicos o políticos del mundo…
Con ocasión de su adhesión al partido comunista, en 1944, el pintor declara en L’Humanité: «Sí, tengo conciencia de haber luchado siempre por mi pintura como un verdadero revolucionario. Pero ahora comprendo eso solo no es suficiente; estos años de opresión terrible me han demostrado no solo solo debía luchar con mi arte, sino también yo mismo… Y por eso me he dirigido al partido comunista sin ninguna vacilación, pues, en el fondo, yo siempre lo había apoyado. Aragon, Eluard, Cassou, Fougeron, todos mis amigos lo saben muy bien. ¿Cómo podría dudar? ¿Por miedo a comprometerme? ¡Pero si nunca me he sentido tan libre ni tan completo! Y además, tenía muchísimas ganas de volver a tener una patria: yo siempre he sido un exiliado, ahora ya no lo soy; mientras espero que España pueda acogerme por fin, el Partido Comunista Francés me ha abierto los brazos. […] Ya estoy otra vez entre hermanos»[4].
[1] Archivos de la Prefectura de Policía, dosier GA 230_204648, op. cit.
[2] https://www.ladepeche.fr/article/2008/11/23/496984-quand-picasso-aidait-l-hopital-des-guerilleros-espagnols.html
[3] Álvar Martínez Vidal (coord.), L’Hôpital Varsovie. Exil, médecine et résistance (1944-1950), editorial Loubatières, colección «libre parcours», p. 69. [Ed. en catalán Exili, medicina i filantropia. L’Hospital Varsòvia de Tolosa de Llenguadoc (1944-1950), editorial afers, Barcelona, 2010].
[4] Pablo Picasso, «Pourquoi j’ai adhéré au parti communiste» (extracto), L’Humanité, 29-30 de octubre de 1944, pp. 1 y 2.