La Verdad, la condición para Vivir

A partir de la Liberación, los dos amigos volvieron a encontrase regularmente en París, unidos por un ideal político compartido y su común renuencia a las presiones del Partido Comunista, seducido por el «realismo socialista». Desarrollaron una concepción idéntica de la poesía, independientemente de su modo de expresión, que combinaba lo visible y lo legible, un compromiso total del ser, tanto de la mente como de los sentidos. Eluard admiraba la capacidad de Picasso para sentar las bases de una nueva forma de ver el mundo: «En vez de una única línea recta o curva, ha fragmentado miles de líneas que encuentran en él su unidad, su verdad. Desafiando las nociones aceptadas de la realidad objetiva, ha restablecido la conexión entre el objeto y quien lo mira y por tanto lo piensa. Nos ha aportado de la manera más audaz y sublime las pruebas inseparables de la existencia del hombre y el mundo». «Picasso busca la verdad; no esa verdad ficticia que dejará a Galatea siempre inerte y sin vida, sino una verdad total que aúna imaginación y naturaleza, que considera que todo es real y que, transitando constantemente de lo particular a lo universal y de lo universal a lo particular, abarca todas las variedades de existencia, de cambio, siempre que sean nuevas y fecundas». (Texto de Paul Eluard «Je parle de ce qui est bien», publicado como prólogo del catálogo Hommage à Pablo Picasso. Petit Palais, noviembre de 1966-febrero de 1967, Éditions RMN.)

Pero su diálogo tomaba también otros derroteros en torno al trabajo, la vida cotidiana o la amistad y, desde luego, en torno al compromiso político e intelectual que sustentaba su mutua estima como artistas. Para Eluard, Picasso era un símbolo, un modelo: «Para ti la vida es siempre un éxito. Te veo construyendo tu casa, encendiendo el fuego y cortando el pan, amando a una mujer, engendrando hijos, sirviendo a tus hermanos, sin abandonarte al juego, al juego infame de la rivalidad entre hombres» escribió en Picasso, bon maître de la liberté (1947, publicado por René Drouin en 1948). Eluard escribió numerosos textos sobre Picasso, en forma de artículos o para catálogos de exposiciones. En su caso, no hay lugar para la pedantería. Frecuentaba al artista porque le gustaba su obra y al hombre porque apreciaba sus cualidades: «Habiendo visto tanto, más allá de tu mano, conservas el afán de mostrar, de asombrar. Habiendo visto tanto, a través de tu mano, confías en las manos de los demás». Se sentían unidos por su desconfianza hacia la cobardía, por su amor a las palabras y las formas. Se respetaban mutuamente porque eran el uno para el otro un verdadero apoyo. «¿Somos amigos modélicos? Sí, si todos los hombres deben convertirse en amigos. Mañana habrá en la plaza bien cuidada de nuestro corazón una muchedumbre unida, inteligente, feliz, victoriosa», escribió Paul Eluard en Picasso à Antibes. A Paul Eluard le gustaba compartir con Picasso una cierta visión de la obra y conversar sobre la relación del artista con el objeto. Picasso apreciaba sobre todo el buen uso de las palabras, los escritos del poeta sobre la existencia del hombre y del mundo, sobre los valores universales y las razones del ser. Compartían el deseo de comprender el arte y de perseverar en las búsquedas tanto plásticas como intelectuales. Para ellos no existía el buen o el mal gusto. La vida cotidiana, la desarmante sencillez de los objetos o de las palabras corrientes eran elementos que nutrían su mente y su imaginación. Los poemas de Eluard están plagados de alusiones a situaciones vividas.

Para Ségolène Le Men, «la relación de Eluard y Picasso, que por la multiplicidad de sus manifestaciones y su larga duración reviste un interés especial, puede situarse en el terreno biográfico como una entrañable amistad entre dos hombres; en el estético, fue la frecuentación de la obra de Picasso la que permitió a Eluard definir la "clarividencia", según él, atributo fundamental del artista, ya fuera pintor o poeta; por último, en el terreno poético, coincidieron en motivos similares, superposiciones temáticas, cuyo origen a veces resulta difícil de atribuir al uno o al otro, aunque utilizaran instrumentos estilísticos diferentes para producir un efecto similar».

Paul Eluard (avec un portrait de Nusch en arrière-plan) Photographie de Brassaï, 1944.
© Estate Brassaï, 2023.
Picasso, Grand Vase aux danseurs et musiciens, 1950.
Musée d’art et d’histoire Paul Eluard-Saint-Denis