Una amistad y muchas complicidades

Las relaciones entre los dos no estaban sin embargo exentas de intereses económicos. Por ejemplo, en 1935, Eluard se acercó a Boisgeloup donde Picasso había huido de la capital para alejarse de su esposa Olga, que acababa de enterarse de su relación con Marie-Thérèse acompañado de Roland Penrose, a quien quería presentar al artista, pues deseaba comprar un cuadro suyo que había aparecido reproducido en Cahiers d’Art. Una parte de los ingresos de Eluard provenían de su papel de intermediario, al ocuparse de las obras de Picasso desechadas por su marchante de entonces, Paul Rosenberg. La venta le suponía un cierto sustento y facilitaba así a Picasso una manera sencilla de echarle una mano.

En 1936, ADLAN (Amigos de las Artes Nuevas) invitó a Eluard como representante de Francia en el homenaje a Picasso celebrado en Madrid y Barcelona y, la víspera de su partida, en el mes de enero, Picasso le regaló el retrato que le había hecho. Las obras de Picasso fueron mejor recibidas en Madrid que en Barcelona, según se desprende de las cartas que Eluard envió a sus amigos y en las que describe la conmoción provocada por la producción reciente del pintor, desconocida hasta entonces por el público español. Según Pierre Daix, Eluard destacaba que «Picasso ha restablecido la conexión entre el objeto y quien lo mira y, por tanto, lo piensa. Nos ha aportado de la manera más audaz y sublime las pruebas inseparables de la existencia del hombre y el mundo». Es esta experiencia el origen de la profunda amistad entre los dos hombres y su anhelo compartido de un estilo de vida extravagante y poco convencional. A pesar de los quince años de diferencia, cada uno accedió a la intimidad del otro presentándose a sus amigos respectivos.

Picasso, Les Yeux fertiles avec un portrait de Paul Eluard. Éditeur G.L.M. Guy Lévis Mano. Paris, Musée national Picasso-Paris.